El lenguaje universal de las velas

La luz que alivia

Un5841491_s_cropped café, un encuentro con amigos, la música que brota de una banda traída desde el otro lado del Atlántico…. Podría haber sido el París de un fin de semana cualquiera de no haber sido porque era el París de un viernes 13. Una ciudad luz que por momentos quedó completamente eclipsada.

Lo que ocurrió está dicho, visto y llorado. La barbarie, el dolor de las familias, la ausencia de los amigos, el extravío de la tranquilidad, el terror ante el extremismo y la reflexión de seres de todo el planeta que se cuestionan: ¿A dónde hemos llegado?… todo eso, ha tomado expresión en el idioma universal de una vela; en miles o millones de ellas que han sido encendidas como único y último recurso para el desahogo, para el grito de protesta, para la expresión de solidaridad y el clamor de paz.

Las terribles imágenes de desesperación y muerte provocadas por los actos de extremistas en Saint Dennis, cerca del Stade de France, en el Teatro Bataclan, en los restaurantes Le Petit Cambodge, La Casa Nostra y Le Comptoir Voltaire, así como a los tiroteos en los bares Le Carrillon y La Belle Équipe, fueron sustituidas, en cuestión de horas, por la brillante unión de flamas firmemente sostenidas por las manos de todo un pueblo dolido. Un grupo de estos ciudadanos franceses formó un corazón con velas para pedir la paz en su país y en el mundo.

Escenas parecidas se repitieron en muchos lugares del planeta. En Almería, España, mil personas eligieron precisamente la Plaza de las Velas para mostrar su apoyo y solidaridad con Francia y su repudio al terrorismo en todas sus expresiones. En Corea del Sur, un grupo de mujeres oró a la luz de las velas frente a la Embajada francesa en su país. Manifestaciones similares fueron evidentes en las representaciones galas en Berlín, Washington y Roma, entre muchas otras ciudades donde las ofrendas principales fueron las flores y, por supuesto, las velas. Incluso en Molenbeek, barrio de Bruselas que ha sido estigmatizado como cuna y foco de rebeldes yihadistas en Europa, más de 2,500 niños, adultos y ancianos recurrieron a las velas para construir un mosaico de letras que formaron el nombre de la localidad belga. Fue la mejor forma que encontraron para manifestar que aquella localidad multirracial también está poblada por gente de bien.

La magia de la luz salida de la cera que se hizo patente en las horas y días posteriores al terrible atentado es la misma que intentó desaparecer la tristeza que también se instaló en París tras la muerte de la princesa Diana o más recientemente ante el ataque a la revista Charlie Hebdó.

Las velas son las protagonistas de actos de conciencia, de protesta, de reflexión, de exigencia, de aflicción, de duelo y también de celebración festiva. Despliegan su poder en todas latitudes y por innumerables razones. Su luz da significado a las vigilias anuales que desde 2009 se realizan en diversas ciudades como Washington, Estados Unidos y Viena, Austria para denunciar la persecución por parte de China de seguidores de Falun Gong, una disciplina espiritual basada en la tolerancia. También son las velas a las que apela la Organización Internacional para las Migraciones para recordar en el mundo a los refugiados y migrantes fallecidos y conmemorar el Día Internacional del Migrante en el mes de julio. “La luz de las velas debe convertirse en el símbolo de solidaridad con los migrantes y sus familias y nos recuerda que para millones de personas en todo el mundo la migración es la única esperanza” (OIM).

Con una ceremonia de encendido de velas, muchas iglesias cristianas de Pakistán organizaron la Navidad pasada una jornada de oración y reflexión en memoria de las víctimas de la masacre de Peshawar, donde los talibanes mataron a más de 130 niños. Algo parecido a lo que se ha hecho en varias ciudades de México por la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Guerrero o por el éxodo de la niñez migrante.

El pasado mes de noviembre, la gran celebración mexicana del Día de Muertos que atrae las miradas de todo el mundo nos recordó el papel preponderante de las velas en toda convocatoria espiritual. Son ellas las que comunican a vivos con muertos, las que señalan el camino hacia el reencuentro. Mixquic no sería el pueblo emblemático de Tláhuac proyectado al mundo si no resplandeciera como lo hace cada año.

En Colombia, es la candela la que da vida a una de las festividades nacionales de mayor tradición. El “día de las velitas” o “noche de las velitas” que celebra a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, ilumina casas y calles de pueblos y ciudades desde la noche del 7 de diciembre hasta la madrugada del día siguiente, y representa el inicio de las fiestas navideñas en el país.

En cualquier circunstancia, incluso cuando se encienden en la privacidad del hogar y por motivos íntimos, las velas hablan y convierten en luz sentimientos, emociones y anhelos. Su hechizo de esperanza se ha repetido por siglos, desde que el sebo (grasa animal) las formaba hasta los tiempos más modernos dominados por la cera. Y lo mejor es que, sin la menor duda, la magia de la vela seguirá replicándose por siglos en todos los rincones de la Tierra como una de las más hermosas fuentes de luz.

Alafave